En estos tiempos de incertidumbre, hemos podido ver que nuestra salud mental y física han sufrido bastante por distintos motivos. Esta semana es particularmente entendible (aunque siempre lo es) sentirse ansioso, el mundo está manejando temas como las elecciones tal vez más polarizadas y decisivas de los últimos tiempos en Estados Unidos, estamos en la mitad de una pandemia que no parece tener un final pronto, nos acercamos a la segunda ola de contagios del Covid-19, los casos de violencia hacia a la mujer y feminicidios han aumentado, el no sentirnos representados por los políticos de turnos y ver cómo a pesar de los escándalos y violaciones a derechos humanos aparentemente nada pasa, el sentir que el 2020 ya se acaba y entrar en esa angustia existencial, la discriminación en aumento a diversos grupos, etc.. Sumado, además, de las razones particulares que cada quien tiene para sentirse ansioso (enfermedades, final de semestre académico, presiones laborales, relaciones interpersonales...).
Por eso, hice en Instagram (y me pidieron pasarlo a un artículo) algunas ideas acerca de como sobrellevar estos tiempos locos e impredecibles.
Creo que hay una cosa que se aplica a las elecciones de Estados Unidos pero es transversal a tener una buena salud mental y el mayor bienestar posible en esta época de Fake News, bots y extraños particularmente envalentonados detrás de una pantalla: El manejo de las redes sociales. Está bien cerrar sesión, desinstalar la aplicación o incluso cerrar la cuenta de cierta red en momentos en que sentimos que es demasiada presión, demasiada información, demasiada polarización y demasiada agresividad. Está bien dejar de seguir a personas, así sean cercanas o desconocidas, porque el contenido que comparten no nos hace bien. Está bien tomar distancia y priorizar el contacto con nuestro aquí y ahora en vez de sentir que debemos saber cada detalle agresivo y grotesco sobre el último atentado, la última declaración política o la última pelea de moda. Está bien volver a las viejas maneras de enterarnos de las cosas, por medios verificados, por radio, por televisión, en vez de por Tweets minuto a minuto. Está bien no estar en esta dinámica que hoy en día es tan normalizada de tener el celular todo el día en la mano.
Con respecto al fin de año: No sé si es cosa mía (creo que no) pero en noviembre siempre empiezo a evaluar lo que hice el año en comparación a lo que esperaba que fuera, o a lo que fue el anterior. Este año ni lo hice, porque realmente NADIE se imaginó que llevaríamos más de 7 meses en una pandemia mundial por un virus mega contagioso que hizo que dejáramos de vernos en persona, que empezáramos a estudiar en línea, que trabajáramos por medio de una pantalla y que todos vayamos por la calle con el montón de modelos de tapabocas que hay hoy en día. Por eso, sé que no puedo comparar este año a lo que la Mariana de enero de 2020 pensó que iba a ser, y creo que nadie debería hacerlo. Más bien me inclino hacia la compasión, hacia la gratitud y hacia saber valorar lo que SI se logró este año, y es que si puedo escribir esto es porque he sobrevivido a una pandemia mundial, he tenido relativamente buena salud mental a lo largo del año, he logrado sacar adelante un Máster y sobre todo, tengo a todos mis familiares vivos y sanos. Tengo a mis amigos vivos y sanos. Puedo estar con ellos, oírles sus historias, reírme con sus cuentos, compartir las ansiedades sobre el fin del mundo (que ha llegado como 10 veces este año), puedo decirles cuánto los quiero, y demás. Creo que eso gana cualquier valoración que haga sobre el 2020, así haya sido difícil, así haya perdido la fe en la humanidad cada día de por medio o así tantas cosas hayan cambiado sobre la marcha. Es una invitación a agradecer por lo que hay, valorar lo que se pudo hacer y ver estos últimos meses con compasión ¡Y tomen su abrazo y reconocimiento virtual por haber sobrevivido a este 2020!
Con respecto a la pandemia: Es algo que estamos aprendiendo sobre la marcha, algo que nos llena de preguntas y de incertidumbre y frente a lo que todos, desde el profesional de salud hasta el empresario, estamos absolutamente cansados y agotados física, mental y financieramente. Pero, si algo le aprendí a mi papá (y espero no estar diciendo todo lo opuesto) es que el bien común prima sobre el bien individual. Es decir, que tenemos la responsabilidad compartida con, por y para los demás de cuidarnos y de no bajar la guardia. Las medidas de bioseguridad siguen siendo tan vigentes como siempre, así que sigamos con ellas. Sería ilógico pensar que después de 7 meses nadie sale de su casa ni se ve con nadie, lo necesitamos como seres humanos, pero está en nuestras manos elegir con quien nos vemos, donde y como. Hagamos lo posible por no arriesgarnos más de la cuenta, ya nos han dicho y repetido por un montón de tiempo la manera en que es menos riesgoso, así que por nosotros, por los que queremos y hasta por los que nos caen mal, cuidémonos. Ánimo.
Con respecto a la incertidumbre: Concentrémonos en las cosas que si podemos hacer y si podemos controlar, en todo lo que depende de nosotros: nuestros hábitos, nuestra alimentación, en qué carajos invertimos el tiempo, la cantidad y calidad del sueño, mantener y crear nuevos vínculos afectivos, pasar tiempo con las personas que nos aportan a nuestro crecimiento como personas, nuestro desempeño laboral o académico, el cuidado de nuestra salud física y mental (pidiendo y aceptando la ayuda cuando es necesario), fortaleciendo nuestra espiritualidad e intentando vivir el día a día, estar en el momento presente, recurriendo a aquellas personas que son nuestro espacio seguro con patas y siendo muy conscientes de que si bien la pandemia cambio nuestros hábitos, no nos quitó todo. No nos quitó el amor de la gente que nos rodea. No nos quitó el coraje para enfrentar la incertidumbre cada día. No nos quitó la esperanza. No nos quitó la posibilidad de respirar. No nos quitó el arte. No nos quitó la posibilidad de manifestarnos en contra de lo que nos duele. No nos quitó el activismo ni el amor por las causas. No nos quitó nuestras pasiones. No nos quitó la capacidad de aceptar nuestra vulnerabilidad y lo que nos duele. No nos quitó el poder vernos con autocompasión y amor propio.
Está bien no estar bien. Está bien sentirse agotados de este año y tener la esperanza de que el 1ero de enero de 2021 todo estará mejor. Está bien aceptar que necesitamos ayuda y que las cosas que antes eran fáciles de manejar ya no lo son. Está bien haber llorado en los 11 meses de esta década más que en todos los de la década pasada. Está bien sentirse perdido. Está bien ser humanos y vulnerables. Pero lo más importante, es que está bien reconocernos todo lo que hemos logrado (por más pequeño que parezca) en este año y que hemos hecho nuestro mejor esfuerzo.