lunes, 16 de diciembre de 2019

2019: La sanación es la única manera.

Alguna vez leí en algún lugar que hay años que hacen preguntas y hay años que responden. En este momento me gusta pensar en que lo puedo adaptar a que hay años que hacen heridas y otras que las cierran, y es que eso ha sido el 2019 para mi. Un año de sanación.
Desde hace unos años diciembre era un mes absolutamente terrorífico para mi, en el cual podía irse a la basura fácilmente todo el progreso que había hecho a nivel emocional durante los otros 11 meses. Era un mes que cargaba mucho contenido emocional, que desafortunadamente en los últimos años tomó una connotación de dolor, de vulnerabilidad, de cansancio y de frustración. Si bien esos sentimientos podían existir desde meses antes, en diciembre todo se potencializaba tal vez por el hecho de sentir esta colectividad impulsando a estar alegre, en buen tono y agradecido. Y es que durante estos últimos años simplemente no me nacía, ni tenía sentido fingir gratitud hacia el universo por una vida que cada vez me parecía más tortuosa y complicada.
Tuve unos grandes diciembres cuando pequeña, claramente ahí había mucha magia y sobretodo, nada de dolor. Luego me diagnosticaron la depresión y mis últimas 8 navidades eran en un comienzo aferrarme a todos los rituales posibles, pedir una inmensa cantidad de deseos, prender velas a lo loco, vestirme de colores especiales, todo con el pensamiento de "Este va a ser mi último año con depresión". Lo deseé hasta llorar, porque simplemente me parecía inviable tener una vida con depresión, y todos mis otros sueños pasaron a un segundo plano. No podía pensar en ser psicóloga, en tener una familia, en ayudar a alguien más teniendo una depresión. En ese momento parecía incompatible. Luego vinieron unos diciembres en los que no me permitía sentir nada más que una resignación fuerte al ver que tantos deseos y noches de oración no me curaban, que las pastillas no funcionaban del todo, que las reuniones familiares y los buenos deseos se quedaban cortos y eran desesperantes. Cada sonido de la pólvora, la cantidad de gente en las calles, las luces, la música, la felicidad generalizada eran un recordatorio segundo a segundo de que yo ya no era parte de este ritual y que cada vez estaba más lejos de volver allí.
No ayudó en nada que asociaba a diciembre con mi último intento de suicidio (31 de diciembre, 2016) y cada recorrido por esta fecha era un recordatorio del dolor que tras uno y dos años, encontraba que no se había ido del todo. Porque la vida después de un intento de suicidio es, hasta que uno le encuentra algo de sentido, una enajenación total. Yo me sentía viviendo en tiempo prestado que creía no merecer y de alguna manera ese sentimiento se aumentaba cada fin de año. Siendo un 100% honesta, esos dos últimos 31 de diciembre fueron un recorrido mental de cada hora para pensar qué hubiera podido hacer distinto para que ese día todo se hubiera acabado.
Con este caldo de cultivo mis últimos años diciembre siempre fue este mes en el que se cambiaba la medicación, en que se contemplaba la hospitalización, en que en las citas de terapia me convertía en un ser irreconocible, en el que mi familia no me desamparaba porque representaba un riesgo para mi misma.
Pero hoy me pongo a escribir esto, el 16 de diciembre de 2019, con algo distinto que es el haber encontrado algo de sanación y paz con mi pasado. Todavía soy hipersensible a los ruidos de la pólvora y me quedo muda cuando la multitud es enorme, pero este año al menos no le huyo a la gente (Aunque... En este momento debería estar en la sala de mi casa en una novena y no escribiendo esto). Creo que se debe a que este año por fin puedo decir que estoy agradecida con la forma en que está mi vida en este momento y por haber resignificado lo que es el bienestar. Y es que no es la ausencia de malestar, en las últimas 4 semanas estuve en una crisis horrorosa de subida de medicamentos otra vez para darle la bienvenida al mes, pero esta vez mi vida no se detuvo por eso. Seguí ejerciendo mi profesión, estando con amigos, aprovechando a la familia, saliendo de mi casa todos los días e intentando estar a flote. Porque eso es lo que me enseñó el 2019 y es que hay ciertas cosas que no van a cambiar por más velitas, deseos, llanto u oraciones. Esto es lo que hay, y siendo honesta, pude vivir un gran año trabajando con lo que hay, y esto abrió un camino al amor propio que nunca había transitado antes. Me pude ir sola a otro país, volví a ser autónoma en mi vida, tengo proyectos futuros que me emocionan inmensamente, volví a sentir amor y confianza por la gente y sobretodo, no me avergüenzo de mis cicatrices. Cada vez las estoy pudiendo mostrar con más valor y transparencia, cada vez me importa menos que la gente sepa las razones reales de porqué soy quien soy hoy en día. Y me siento agradecida por eso, por la gente, por el amor, por la verdad y por la reconstrucción de quien soy. Hay algunas cicatrices que no dejarán de estar, algunos días en que tal vez necesitaré tratarme con mayor paciencia, pero ya no me dan susto. Ya no me doy susto y así mismo, no siento que los demás me tengan susto.  Eso es lo que elijo este año, que no lo había hecho antes, y es elegirme a mí por encima de esa persona que me hizo tanto daño, de ese diagnostico al que hasta ahora me empiezo a acostumbrar, a esa escena autolesionándome, a todas las velitas que se quemaron en vano con deseos de cosas imposibles, a todo ese agobio por las dificultades vividas. Me elijo a mi, con la gente que me ama, con las cosas que me hacen reír, con las ilusiones, con el perdón y la sanación, y por eso este diciembre si que es uno muy especial. Que haya mucha, muchísima paz y sanación en estos días y en el año que empieza pronto.
Resultado de imagen para hay años que hacen preguntas y años que dan respuestas

sábado, 15 de junio de 2019

8 lecciones al cumplir 8 años con depresión.

Hace 8 años estaba empezando mi primera crisis depresiva. Parece un mal cumpleaños o aniversario, pues creo que para nadie es un secreto lo duro que es el camino de las condiciones de salud mental. Aún así, 8 años después decido celebrar las lecciones que he tenido y que sigo adquiriendo a cada segundo de la convivencia con la depresión. Durante los primeros años cada deseo de cumpleaños, de año nuevo, de las estrellas fugaces iban dirigidos a una simple cosa: no tener depresión. Busqué todo tipo de curas y creo que lloré demasiadas lágrimas de la impotencia de ver que pasaban los días y yo seguía con depresión. Y es que no es fácil para nadie, pero menos para uno que ve como su vida se deteriora a pedacitos, entender que se puede vivir plenamente con depresión. No todo el tiempo, no estoy acá para decir mentiras y para decir que todo el camino es maravilloso. Las crisis siguen siendo tremendamente complejas y difíciles, pero creo que la clave después de 8 años es saber que todo pasa. Que el momento malo no dura para siempre, ni te define.
Después de 8 años he aprendido un montón de cosas. Pero hoy, ad portas de este cumpleaños, decido compartir las 8 lecciones más importantes que he aprendido después de 8 años con depresión.
1. Pide ayuda y acéptala agradecidamente.
La calidad de vida después de un diagnóstico depende fuertemente de poder tener un buen equipo de tratamiento, una gran red de apoyo y lo más importante de todo: Una mente abierta y un corazón dispuesto. El tratamiento no es fácil, los medicamentos tienen bastantes efectos secundarios que no son agradables, la terapia confronta, no siempre es fácil hacer ejercicio o tener una buena alimentación... Pero el tema es que yo, y estoy segura que la mayoría de personas, prefiero poder vivir una vida lo más funcional posible así sea con un par de tallas más de pantalón. Porque en este momento no hay cura para la depresión mayor crónica, y el tratamiento puede ser imperfecto, pero hay varias opciones para tener LA mejor calidad de vida posible.
2. Acepta que perderás gente.
Porque si. Perderás a las personas que piensan que sólo hay una manera de tener depresión, que sólo hay una forma de estar deprimido. Esas personas no logran entender que si bien hay generalidades, hay tantas maneras de estar deprimido como personas que están deprimidas. Para eso, siempre hay que recordar que nadie sabe lo duro de tu lucha mejor que tu mismo, ni se deben explicaciones a nadie. Además, hay que aceptar que vivir con depresión es un tema de gran complejidad y no todo el mundo quiere ni todo el mundo puede estar cerca de alguien con depresión. No es malo, es lo que hay.
3. Así mismo, conocerás gente increíble.
Al menos en mi caso, siento que nada se compara a la magnitud de las relaciones que establecí una vez pude aceptar y enfrentar la depresión. Me presenté a la vida como una persona que se adueñaba de su historia y eso atrajo gente que me quería realmente por lo que soy, con mis demonios y mis fortalezas. Al haberme visto en momentos tan oscuros, ya nada los aleja de mi lado. No son personas perfectas ni mucho menos, pero son reales, son empáticos y me apoyaron tanto en el dolor que nadie se alegra mas de mi bienestar que ellos.
4. Redefinirás lo que esperas de la vida.
Yo pasé gran parte de mi infancia milimetrando cada parte de mi plan de vida (que incluía estar casada ya básicamente y pues... no) y luego la depresión vino como un tsunami. Cuando me tocó mirar, luego de la crisis, con qué había quedado, ya no me reconstruí igual. Porque muchos detalles superficiales ya parecían absolutamente inútiles y me quedo con la importancia de lo que realmente es prioritario: estar bien y estar en paz. Ni siquiera plantearme absolutamente dichosa todos los días, porque ya sé que eso no existe. Simplemente quiero una vida con la que esté en paz, rodeada de gente y realizando actividades que me hagan bien. Ese es el fondo, la forma ya la veremos.
5. Sentir todo tan profundamente también es una ventaja.
Las personas con algún desorden depresivo hemos sentido la tristeza a un nivel descomunal, que muchas personas nunca vivirán. Al pasar esto también sentimos la alegría, el bienestar, el amor o la tranquilidad de forma mucho más profunda, más reflexiva. Además, cuando se ha pasado tanto tiempo en la oscuridad sin ver una salida, cualquier lucecita brilla más fuerte.
6. Cada día es una victoria.
8 años con 3 intentos de suicidio. E ideación suicida un montón de veces que no puedo ni hacer las cuentas. Y acá estoy, viva escribiendo esto, haciendo realidad muchos proyectos pero sobretodo: sintiéndome en paz. Y cala en el alma pensar en las segundas, terceras y cuartas oportunidades que la vida me ha dado, porque no he hecho mayor mérito para que así sea. Simplemente he sido de buenas, pero desde ahí no doy ni un día por sentado.
7. Aceptar la vida por lo que es te ahorrará mucho.
Si, en el mundo ideal no habría depresión. O al menos no me hubiera tocado la lotería genética para tener depresión toda la vida. Pero esto no es el mundo ideal, ni lo será. Es lo que hay, y hay que mirar que hacer con eso. Porque si bien la vida es de una manera, lo que hace la diferencia es cómo se enfrenta uno a las condiciones de juego. Con la depresión o uno remonta el tema para vivir la mejor vida, o deja a la depresión ganar lo que termina de manera frecuente en un suicidio. ¿Cuál va a ser tu historia?
....
Hay gente que la tiene mucho peor, y no hablo del típico caso de personas en otros continentes. Hablo de pacientes con condiciones de salud mental. Por eso se ha creado una especie de jerarquía, en que la gente te responde "Bueno, al menos no es una esquizofrenia". Y claro que yo sé que no es una esquizofrenia. Y claro que yo sé que la gente con esquizofrenia la pasa mal. Pero yo, con mi "poca cosa" de depresión también lo paso mal, y mi dolor es válido. El dolor de todo el mundo es válido más allá de si hay 100 mejores o 100 peores. Esto no es una competencia ni un ranking. Es una lucha de día a día.
Escribo esto porque hay miles de personas diagnosticadas a diario con depresión y nadie está exento a ser una estadística más. Y el camino es complicado, es difícil y da susto, pero esta comunidad de salud mental es una pequeña familia donde estamos para aprender los unos de los otros. Así que espero que mis lecciones aprendidas en el 33% de mi vida, que es lo que llevo con esta condición, le sirvan a alguien de algo. Escribo esto porque hoy estoy bien, hoy estoy estable, hoy estoy agradecida por seguir viva. Y he aprendido a querer mi depresión, pues es la maestra más jodida pero más eficaz que he tenido en 24 años. Así que felices 8 años juntas, kid. 

viernes, 3 de mayo de 2019

Todas las respuestas de Salamanca.

¿Qué puedo decir para resumir estas semanas? Creo que no hay una sola palabra para hacerlo. Hace 5 semanas, próxima a venirme para Salamanca, estaba congelada del susto. Absolutamente ansiosa, llena de todas las ideas de las cosas malas, terribles y terroríficas que podían pasar al estar en un sitio nuevo, sin mi familia, viviendo sola. Si a eso le sumamos la ansiedad social que viene con que todo el mundo estuviera absolutamente feliz y en éxtasis por esta experiencia mía, y dándome (Siempre bien intencionados) todo tipo de consejos y opiniones sobre lo que debía hacer o no hacer acá... El panorama era complejo.
Además, mi último mes en Bogotá se vio condicionado por una condición de salud física (Que no voy a entrar a discutir acá ahora porque hay muchas arandelas, porque no lo vale, y porque francamente en este momento no me interesa al no tener nada que ver con mis condiciones crónicas o de salud mental) que hizo que estuviera con la cabeza un poco indecisa entre si viajaba o no. Que si bien nunca se canceló el viaje, no tenía la mente en ese momento para pensar en todo lo que implicaría venirme para acá pues estaba más atenta de todo lo que estaba pasando en ese momento con mi cuerpo y mis exámenes y demás. Y en cuestión de una semana fue "Todo bien por ahora, puedes viajar", despedidas de la gente cercana, hacer maleta y creo que 8 días de un constante pánico por el inminente viaje de avión.


Así que de esa forma llegué a una hermosa ciudad, que amo y en la cual me siento en casa como en ninguna, que me recibió con temperaturas de 4 grados porque así es la vida. Porque estaba haciendo muy buen clima, llegué yo y llegó el frente frío que lo hace todo más deprimente, que hace que las articulaciones duela más, que lo hace a uno querer quedarse en la casa todo el día (cosa que prometí solemnemente a mi psicóloga, psiquiatra y familia que no haría). Y fue difícil.
La cuña publicitaria: Todas las personas con las que he hablado de temas de salud mental (Sea de su camino o del mío), o que me hayan leído porque el mismo título del blog lo indica, es que mi fin para contar las cosas es que la gente vea que se puede vivir con temas de salud. No a pesar de los temas, porque la idea no es negarlos. Es apropiarlos. Es aceptarlos. Es aprender de ellos y vivir con ellos. Tampoco vivir por ellos, ni para ellos. Que sean una condición mas, una arandela más de la vida (que tiene montones para todo el mundo) y ya está. Es lo que hay y se sigue para adelante. Pero nunca lo había interiorizado tanto como ahorita. 

Porque vivir sola significa que nadie cuida de mi salud mental sino yo. Que puedo hacer lo que quiera con los cuchillos o cuando salga a la calle. Que puedo decir mentiras y quedarme encerrada todo el día. Que si no me da hambre nadie me obliga a comer. Que tengo una bolsa llena del montonón de pastillas para estas 6 semanas y si quisiera me las podría tomar de un tirón. Y está en mí si hacer todo eso y más o si no hacerlo. Esa es la verdadera prueba de fuego. Ha habido muchas más pruebas de las que me hubiera gustado, pero siempre en cada prueba estaba acompañada. Tenía a mi mamá y a mi hermano en la misma casa supervisándome, a mi papá muy cerquita, y pues finalmente estaba en mi casa cuidada.
Y vivir en otro país no significa que todo mágicamente se cure. Porque como he repetido una y otra y otra vez, son condiciones médicas, biológicas y en mi caso de aquí en adelante. Que no se quitan por estar en un país europeo, por vivir sola, por comer jamón serrano, o por estar en la ciudad más preciosa del mundo caminando todo el día. Existen, están y seguirán estando. Han estado además, presentes. El tobillo con la artritis. La ansiedad en cada medio de transporte, más si tiene mucha gente, más si no lo conozco. Y la depresión en este cansancio, en dormir hasta las 11.30 y levantarte sin hambre y con ganas de no bañarte ni pararte de la cama ni dar señales de vida. Ha habido crisis en que no sé que hago acá, en que además de los temas que dije antes pues te tienes que levantar a hacer la comida, a arreglar la casa, a sacar la basura, a estudiar y a responder por los trabajos en los que te has comprometido. Porque así haya más o menos responsabilidades, la vida así como la crisis, sigue.
Pero, y acá está lo maravilloso de estas semanas y con lo que me quedo y básicamente la razón para haber escrito este montón de palabras, uno la logra. Y por más fuerte que se sienta la tristeza, te levantas y comes al menos una vez al día. Y sales a que te dé el sol y a ver pasar gente y a oír música mientras te distraes. De repente, de manera maravillosa, no estás tan mal. Porque sales a cruzar la calle y no te dan ganas de tirarte a los carros, así el malestar sea gigante y así no haya nadie agarrándote la mano. Sino que simplemente decides que la vida vale la pena vivirla, y que puedes hacerlo por más dolor y tristeza y ansiedad que haya.
Te montas al metro de Madrid, repletísimo de gente, muy poco espacio y empiezas a sentir que te desmayas. Te falta el aire, se te eriza todo de pensar en como están de cerca las personas que te rodean y claramente te acuerdas de todos los accidentes, atentados y demás. Todo te da vueltas y sientes ligera la cabeza y te pasa eso que sientes que tu vida es una película que estás viendo desde afuera de la cual tu eres solamente una espectadora. Tienes que salir, sentarte, sentir el aire. Comprar una botella de agua fría para distraer las manos porque no sabes cuándo ni como te las empezaste a pellizcar de la ansiedad. Cuentas tus respiraciones y empiezas a pensar en lo que ves, en lo que oyes, en lo que sientes. Y te das cuenta que el cielo está precioso, que está haciendo sol por fin, y que quieres seguir recorriendo.


Y así, muchas anécdotas e historias que terminan en lo que solo podría resumir con "Ser feliz es darse cuenta". Porque si, es darse cuenta de lo bueno aún cuando hay cosas incómodas. Es darse cuenta lo bonito que es estar vivo y esperar seguir vivo muchas décadas más aún cuando éstas impliquen tomar pastillas, ir a terapia, tener buenas y malas temporadas, las crisis que nunca faltan y seguir cumpliendo años y años con mis preciosos diagnósticos (que ya en junio son 8 con depresión, a ver si le hago una fiesta). Es darse cuenta que todo pasa y que la vida (Gracias a Dios y al cielo) sigue. Hace 3 años tuve la crisis más tremenda y hubiera sido, en ese momento, absolutamente impensable que estuviera hoy donde estoy. Me ha tomado muchísimo trabajo salir y si bien es un esfuerzo que se hace todos los días a cada momento, es la elección más bonita que he tomado. La recuperación y apostar por la vida ha sido mi mejor decisión y mi mayor suerte. Que creo que es lo que me interesa que se quede con las personas que han estado o están en crisis en este momento y es que la vida siempre tendrá una salida mucho mejor a morirse. Ya llegará el momento de hacer la maestría, de buscar el trabajo, de ser un adulto hecho y derecho y responsable. Lo primero será siempre preservar la vida, la esperanza y el resto de cosas irán cayendo en su lugar. Me quedo con la gente bonita que me ha acompañado estas semanas, con las amistades que se han reforzado, con los que tienen pedacitos de mi corazón en Bogotá y me lo han hecho saber pero sobretodo, me quedo con el crecimiento como persona que estas semanas me han dado. Que no debería decirlo, porque técnicamente lo que me trae a Salamanca es su maravillosa academia de la cual soy una orgullosisíma estudiante. Pero creo que a la larga me quedo con la fuerza que me he demostrado a mi misma, por todos esos pequeños actos de autocuidado que me han demostrado que me quiero un MONTÓN más de lo que pensaba, por lo ilusionada que me siento con mi vida, por las millas recorridas en aceptación de la depresión y la ansiedad, porque no dejo que mi vida me la frene nada, por poder tomarme momentos para cuidar mi espiritualidad en misa rodeada de gente mayor que no se explica muy bien que hago en una iglesia tan devota de una Santa de hace 5 siglos, por las largas caminatas y el freno que me he tenido que poner porque a fin de cuentas a la artritis no le gusta sentirse olvidada, por reírme en la calle mientras cruzo calles como si fuera el mayor de los triunfos del universo, porque para mí lo es.

Por más negro que se vea el panorama, y así tome años (como me lo ha tomado a mí) lo vale por sentarse en tu ciudad más amada a ver el cielo azul y comerse un chocolate pensando "Qué afortunada que soy". O sentarte a pasar tu crisis, a llorar una hora en la tumba de tu Santa patrona y salir renovada. O alegrarte porque logras lavar un cuchillo y no pensar en nada más que en lavar el cuchillo. En estas ya casi 6 semanas que se cumplen me he vuelto a sentir afortunada por vivir, por vivir MI VIDA. Por mis historias alegres, por las dolorosas, por los momentos de los que ya no me avergüenzo, por mis cicatrices que cada vez están mas sanadas, por mi cuerpo que necesita medicamentos pero que me funciona perfectamente para lo que necesito. Me siento afortunada de ser yo, gracias a la magia de Salamanca, y con eso me quedo.

miércoles, 6 de febrero de 2019

"Just" suicidal thoughts.



Hi there,


I’m Mariana, and I have frequent thoughts about suicide and ending my life but… (Plot twist) I don’t really have the desire to do so, neither do I have an elaborate plan to take those thoughts into action. I just think about suicide in a much frequent and intense way than most of the people do. Spooky, right? Let me try to explain this.

I must say that my many, many attempts of explaining this “condition” are not clear or complex enough, because I don’t truly comprehend the extent of this situation. It’s certainly not easy to admit, and much harder to live with the fact that suicidal thoughts are intrusive visitors to my mind. Because we are used to link, in the case of suicide and self harm, that a thought or an idea are directly related to a particular action. If someone dies by suicide, one of the first question people ask is “But they thought or talked about suicide before?”. If there’s an affirmative action, things make sense. If not, the situation (as hard as it is by itself) is much, much harder to digest.

Over the past 8 years of living with chronic depression, I’ve found myself in desperate scenarios in which death is the absolute best answer. Because life feels way too heavy, things are absolutely overwhelming and the road ahead seems like a black pitch. And I’ve had thoughts that lead into actions, thank God they’ve never had fatal consequences. But that isn’t the scenario I’m discussing, because (as painful as it sounds) that’s the scenario we are most used to face when it comes to suicide.

I’m talking about the ideas. The thoughts. The mere state of mind. The what if and how to and is it possible. The mere mind games that haven’t been taken into a tangible reality and probably never will.

And I’ve realized that since forever, I’ve had those. I’ve stood on the edge of the Eiffel Tower as an 8 year old to wonder “What would it feel to end it all here and just fall down towards the ground?” I’ve stood on the kitchen while cooking and saw all those knifes and thought… you know how this sentence goes. I’ve heard cases (way too much, way too often) about how people died by suicide and immediately thought about how I could’ve done it. But I’ve just recently started talking about it, because it felt (andsometimes still feels) like something is broken with me, that I’m a walking, breathing danger. How do you explain to people that you can still do you daily activities, that you can still accomplish stuff while having these suicidal thoughts in the background, like the music in an elevator? Thanks to an amazing and extensive therapy work I’ve learned how to monitor myself in order to differentiate which thoughts can lead to a potential danger, and which are just thoughts who will remain as that: thoughts inside my head. And I know, I feel it, when I’m in a dangerous territory and when I’m safe and sound. But how do you explain that to others? How do you remain honest about your pain and your journey without alarming them?

Because I’ve been doing this so much, from way back, that I’m used to it being part of my reality. I’ve never thought it could be possible, but you kind of accept that you have frequent suicidal thoughts that don’t come into a plan, or that if it wasn’t for therapy, wouldn’t even be discussed. I don’t have them 24-7 all year around. They just come and go, like that family member you certainly don’t like but are forced to see every now and then, so you put on your big girl pants and deal with them in the kindest way possible. Because you know than rather sooner than later they’ll be gone, but you’ll run with them again some time in the near future so you can’t just act upon your hate towards them.

I cannot act upon my hate and fear of having suicidal thoughts. Because I know that would make life basically impossible. Because I’m way too aware of the consequences it would bring. No one likes living this way and quite frankly, it doesn’t make even the slightest sense: thinking about suicide while still being excited and enthused about life and the future sounds like something that does not compute. But it’s a reality and I know I’m not the only one who feels it. You just have to know that as these thoughts came, they’ll go away. You can’t live with the fear of when are they coming back. The people who freak about when you tell them what’s on your mind? They are just as afraid as you are, they care about you and you have to understand the stakes we are talking about when suicide is brought up to the table. And most importantly, you have to keep in mind that not every single thought, not every idea represents a reality. The mind is a tricky liar, and life goes beyond it.

El 2020: Caos, incertidumbre y cosas que no hemos perdido.

 En estos tiempos de incertidumbre, hemos podido ver que nuestra salud mental y física han sufrido bastante por distintos motivos. Esta sema...