El retorno
Prometo que no prometo nada de este escrito, pues vuelvo a este blog y a este oficio después de 5 años de no hacerlo. No recuerdo cuando abandoné la escritura y siendo honesta, había olvidado todos los pensamientos consignados en este blog a lo largo de unos años tremendamente complejos. Siguiendo con la honestidad, creo que era un poco complejo escribir a medida que me iba sintiendo mejor, pues siempre hubo una fusión con el papel de "enferma" y al ser dramática, ahí encontraba más material que con el bienestar. No vuelvo por sentirme mal otra vez, sino al contrario, vuelvo porque la historia merece seguir siendo contada aun en los periodos de tranquilidad (Aunque uds bien saben que en mi vida ese concepto es esquivo) pues es parte de lo que implica la vivencia humana.
Es imposible resumir todo lo que ha pasado que hubiera merecido una buena entrada por acá: Me dio enfermedad de Crohn, estuve hospitalizada, empecé Humira, fracasé Humira, empecé infliximab, casi me mata y me deja calva el infliximab, he tenido una relación extraña con la Prednisolona, me mudé, viví en España, intenté varios medicamentos psiquiátricos, me despedí de mi amado Xanax, empecé a tener pacientes, me volví psicóloga conductista, me han infiltrado como 5 veces más 3 articulaciones nuevas, hice un máster, intenté cocinar varias veces, compré muchísimos libros de los cuales he terminado relativamente pocos, hice amigos nuevos, otros se fueron, me enamoré, tuve muchísimas sesiones de terapia, se me murieron personas hermosas que extraño con todito el corazón, me hice un piercing en la nariz, mi hermano se fue del país, me aprendí mas diálogos de Shrek 1 y 2, se murió la reina Isabel, cumplí treinta años, estuve en un documental de Apple Tv+ para Dear Selena Gomez, supe de diagnósticos familiares que explican muchas cosas, sigo sin saber montar bicicleta, etc. Seguro se me pasan muchas. Pero si algo tengo claro es que no ha habido ni autolesiones ni intentos de suicidio en estos años.
Si soy exacta, llevo 3005 días en esta quinta oportunidad.
Cada vez que hago los cálculos me impresiona, pues si algo me ha enseñado mi suicidalidad es que para morirnos lo único que hace falta es estar vivos. Eso si, para estar vivos, se requieren ovarios, persistencia y muchísima valentía. La vida no es fácil, pero por alguna razón todos compartimos esta narrativa loca que nos pasaron de niños de que si lo era, de que la adultez era maravillosa, de que nunca nos enfermaríamos, de que la plata vendría fácil y los amores también. Lamento romper la burbuja para los afortunados que todavía lo piensan, pero no es así. La vida requiere amor y la gente fuerte es quien ama un montón. A la vida, a la gente, a la vocación, al caos, a las dificultades, a uno mismo, al tráfico de versiones propias que vienen y van, a la esperanza de que podremos siempre mejorar. Si algo he podido reafirmar en estos 5 años de ausencia y en estos 30 de vida es que el amor es lo único que le da sentido a todas las vivencias humanas, porque si somos sinceros, el mundo ahorita es terrorífico. El mundo en estos 5 años ha sido terrorífico. Todos de alguna manera hemos albergado la pequeña esperanza de que caiga un meteorito o de que la pandemia nos hiciese mejor personas, pero nada de esto pasó, así que al más paso darle prisa. Ser una persona con discapacidad y con condiciones de salud mental es aun más terrorífico, estamos rodeados de discursos en los cuales la gente quiere ¿Extinguirnos? ¿Eliminarnos? ¿Desecharnos? todo desde este estúpido y sensual concepto de la normalidad y del velar por el bien de la humanidad.
Cada vez que veo noticias sobre esto me impresiona. Me siento impotente, en peligro, con rabia y con temor. La gente tiene esta noción de que aceptar nuestras condiciones, salir del clóset de la salud mental, pedir apoyos para poder movilizarnos tranquilos por el mundo, tomar medicaciones, es promocionar la enfermedad, cosa que por más de que he intentado entender, no la logro. Hago todo mi esfuerzo por ponerme en el mindset de gente tan básica y reduccionista y les juro que ni así, logro entender en qué medida vivir nuestras vidas de manera auténtica, libre y como se nos antoja (Como cualquier persona) es promover una enfermedad. Todos los que hemos pasado por lo que implica tener un diagnóstico, hacer vueltas de medicamentos, ir a un proceso terapéutico exhaustivo, querer entrar a un lugar no accesible, sentirse solos, somos los primeros que por supuesto quisiéramos que nadie más viviera lo que hemos vivido. Si a mi me dieran a elegir si me quisiera curar de todo, sería mi primera opción sin pensarlo, porque a pesar de que del dolor he sacado sentido, no soy pendeja. Nosotros más que nadie sabemos lo injusto que es tener que enfrentar día a día luchas que no deberían existir para hacer las cosas mas insignificantes del universo. Nosotros no queremos gastar un peso más en medicamentos y citas medicas. Nosotros realmente estamos agotados de justificar nuestra existencia en el mundo y pedir que, si son tan gentiles, no nos quieran eliminar al cortarnos el suplemento de medicamentos o inventando "campamentos de bienestar".
Como les dije, no prometía nada de como iba a salir esta entrada. Creo que lo que salió fue simplemente la reflexión de una mujer que está cansada de tener que aguantar opiniones no solicitadas, sugerencias de curaciones mágicas y comentarios discriminatorios en chistes. Creo que, así como parte de mi labor es mostrar lo bueno y malo de lo que implica vivir con temas de salud física y emocional, también lo es compartir estos pensamientos que tenemos mínimo una vez a la semana. Una llamada a la empatía y al amor. Decir "Obvio amigo, no te estoy diciendo que tienes que vivir lo que yo vivo para que me consideres igual de valioso a ti, sino simplemente hazlo porque soy humana, maldita sea".
Volvimos.
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