Han pasado 3155 días y aun sigue vigente.

 Hoy fue un día raro.

La mayoría de mis días los paso haciendo todo mi esfuerzo para estar concentrada en el Aquí y en el Ahora, no solo con el fin de cuidar mi salud mental sino también por intentar ser lo más coherente que puedo ser entre la Mariana terapeuta y la Mariana no terapeuta. Y a medida que voy ganando mas estabilidad es mas fácil estar acá, enfocarme en la canción que ponen en la X, en el clima, en si ya recuperé mis vidas del jueguito que descargué, si la limonada está dulce o no. Cada día es mas distante el recuerdo de la Mariana que hacía un esfuerzo consciente para no llorar. Para no temblar. Para no estar muda. Para no hiperventilar. Para no pensar en la manera más rápida de morir. En cada mes que pasa me asombro más si estoy en espacios donde terminamos hablando de mis procesos de salud mental o mis intentos de suicidio. Hasta mis espacios terapéuticos se han transformado de haber sido inicialmente lugares de emergencia a sitios seguros donde busco ser una persona mas alineada a quien quiero ser.

Hablar de suicidio ha sido el coco y la llave de la jaula. Yo empecé a hacer activismo y a escribir precisamente por tener la certeza (en 2016) de que iba a morir por suicidio y no me sonaba la idea de que nadie supiera lo que me había llevado hasta ese lugar. Un pedazo mío, tal vez aquel hilito conectado con la necesidad de dejar un legado, no concebía la idea de irme sin justificar porque me iba: sin decir "tengo depresión desde 2011. Tengo ansiedad y TOC desde que tengo memoria. Estoy mamada de probar medicamentos y a continuación te voy a decir todo, todo, todo lo que he intentado hacer para estar mejor (incluido hasta el Reiki) para que por favor me liberes y me permitas dormir por siempre. Picos.". Y me lancé a escribir sobre esta cosa que nos une pero que a la vez nos separa tanto por ser algo contra natura y es sobre el deseo de morir voluntariamente. La idea, el plan, la intención, la genuina convicción de que este cuento se acabó. No sería sorpresa para nadie si la respuesta lógica es que medio mundo te diga que ha pasado por eso mismo y que la otra mitad te madree por no solamente pasar por eso sino por tener la osadía de aceptarlo ante el universo entero.

El último intento de suicidio de la suscrita fue el 31 de diciembre de 2016. Desde ahí hay una app en mi celular que me recuerda los años, meses y días que han pasado como una manera de decirme a mi misma "una horita mas, dale". A hoy, 21 de agosto, han pasado 3155 días. 8.64 años. Casi 104 meses. Una chimba. A medida que han pasado esos días y esas 451 semanas ha sido mas fácil, se pasa de esta sentencia de muerte que te pesa en cada célula del cuerpo a ser algo que recuerdas cuando ves ciertas películas o cuando oyes canciones. En algunos entierros te resuena, con algunos consultantes se despierta, con el monólogo de Hamlet explota. Pero de resto se vuelve suavecita esa voz, que pierde aún mas fuerza con el ruido que hace el amor y el sentido en el día a día. 

Hoy fui a ver un apartamento. Piso 14. Salgo a la terraza sabiendo que debo agarrarme de la baranda con esta memoria corporal qué advierte algo. Y la cabeza se va. Los ojos sin control miran al frente y hacen todo el recorrido hasta el piso, analizando en qué momento del recorrido muere el ser humano, el impacto de la caída, el estado de estar ahí aplastado, el ruido. Todo. En cuestión de segundos todo vuelve, sin pedir permiso ni avisar. En cuestión de segundos vuelvo a ser la niña de 5 años que cuando estaba muy triste quería morirse y por eso aguantaba la respiración. O la de 8 que cuando subió a la Torre Eiffel pensó en lo delicioso que sería caer y no vivir mas. En la Mariana que tantas veces ha estado en el consultorio de su psiquiatra confesando sus fantasías mientras llora y le responden que hay un tema obsesivo con la muerte y con el suicidio. Respiro, cierro los ojos, pero la puerta está abierta. Cada ventana, cada rincón de este piso 14 derivan en un plan, en un deseo, en una conexión instantánea.

No me quiero morir. Mi vida es una nota. Mi Crohn y mi artritis y todas esas vainas son MUY duras. Estamos replanteando el tratamiento. La sintomatología me agota. Pero no me quiero morir. Acabo de llegar de un evento familiar repleto de amor y baile. Cumplo 31 años en 2 semanas. Tengo paciente a las 5pm. Ya se recargaron las vidas de mi jueguito. No me quiero morir.

Y termino el día bien. Achantada pero bien. Haciendo otro microduelo de que bueno, no seré la mujer que viva en un piso mas alto que el 5to. No seré la mujer que posa en filos ni aquella que sale a las terrazas sin sostenerle la mano a alguien. Pero se me pasa por la cabeza que de pronto, no necesito ser esa mujer. Necesito seguir viva, seguir cuidándome, seguir monitoreándome, necesito amarme. De pronto necesito estos recorderis de la vida aunque ya hayan pasado 3155 días. Porque esta quinta oportunidad de estar viva es todo, porque lo doy

todo.

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