jueves, 15 de diciembre de 2016

Hasta siempre, 2016

Hoy me despido del que pensé que sería el último año de mi vida. Hoy le digo adiós al 2016, hoy vivo un día que juré, en mil momentos, que no lograría verlo en vida.
2016, fuiste mi Everest. Fuiste mi enemigo número 1. Fuiste una cadena de eventos, que no me atrevo a decir que fueron desafortunados, pero que me cambiaron la vida. Te odie, te detesté, intenté escapar de todas las formas posibles, exceptuando claramente la muerte (Porque soy una gallina o porque Dios es muy grande, o las dos). Internet y las noticias tampoco te ayudaban, fuiste un año extrañísimo y francamente fuiste un año sorprendente en términos de elecciones, de violencia, de maldad, de premios Oscar (tal vez Leonardo DiCaprio fue de las pocas personas que pueden decir que el 2016 fue un gran año).
Y sigo viva...

Creo que la vida, las tradiciones, han puesto mucha cargo en los años y especialmente en los fines de año. Hay como esta carga mística que dice que el 31 de Diciembre, cuando el reloj marque las 12, se inicia de cero. Borrón y cuenta nueva. Millones de rituales, comer las uvas con las 12 campanadas, ropa interior amarilla y nueva, vueltas con maletas, quemar años viejos, baños en champaña, todo para que el año que entra sea absolutamente exitoso y perfecto. Porque todos anhelamos eso, la perfección, la felicidad absoluta, la plenitud total que te puede dar la pareja soñada, posesiones económicas, viajes, físico envidiable, etc. Pero he ahí el truco: Nadie, absolutamente nadie, es perfecto. Y nadie, absolutamente nadie, puede ser feliz 24/7. Y otro dato curioso: El reloj marca las 12:01, es 1 de Enero de 2017 y (Sé que lo siguiente puede doler y romper sueños e ir en contra de fantasías) pero tu vida sigue igual.
Y sigo viva...

Así que dos cosas en esencia para empezar. 2016: No fue tu culpa. Siento haberte culpado por todo lo malo y todo lo doloroso, pero hoy entiendo que no eres tu, soy yo (Cliché). Se juntaron cosas y todo explotó, porque debía explotar en ese momento, no porque seas un año maldito o porque me odies. Mi genética no es tu culpa, las relaciones interpersonales que tengo tampoco y lo que mis papás y amigos deciden hacer con sus vidas va ciertamente más allá de estar o no en un año determinado. Es simplemente que fuiste demasiado, fuiste más de lo que pensé que podía vivir a mis 22 años. En tus 12 meses, perdí todo a pesar de tenerlo todo, y estoy en proceso de reconstrucción después de pasar por una negación tremenda en la que me rehúsaba a que la vida me diera tanto palo. 

Gracias a ti, 2016, entendí que hay ciertas lecciones que solo se aprenden con dolor, de manera dura, con sangre como dirían por ahí. Tengo infinitas bendiciones, tengo una casa, un cupo en una gran universidad, un título de bachiller en un gran colegio, carros, la posibilidad de viajar, acceso a la tecnología, mucha comida, en fin. La vida me ha dado un montón y lo agradezco, créeme que si. Pero en este año, desde mayo, lo perdí todo: Me perdí a mi misma. Perdí mi identidad, perdí mi felicidad, mis ganas de vivir, perdí mi paz, perdí el silencio o la armonía existente en mis pensamientos, perdí mi capacidad de comunicarme verbalmente y perdí mi voz anterior, perdí mi movilidad temporalmente, perdí mi paz, perdí la energía que tenía (no era mucho, pero ajá, servía), perdí mis trabajos y mis ocupaciones universitarias, perdí amistades, perdí mi autonomía, perdí la autorización de conducir, perdí la posibilidad de salir sola a la calle o estar sin supervisión, perdí la administración de mis propios medicamentos, perdí amores, perdí sueños, perdí momentos. 
Y sigo viva...

Quedé en ceros, en ruinas. Y podía reconstruirme o quedarme así. La segunda opción era, y a veces es, tremendamente tentadora. Es más sencillo, es menos extenuante, es conformarte con lo que quedas: Destierro por la depresión o muerte por depresión. Simple. Sencillo. Pero de tanto, tanto que perdí, 2016, me diste momentos que de hecho me obligaron, sí o sí (no se cómo o cuando pasó), a reconstruirme. A no quedarme ahí. A ser una mujer feliz y plena con depresión y ansiedad (eso suena cómico e irónico) y en esas estoy, luchando y descifrando cómo se logra, como se equilibra, como se acepta, como se ama a uno mismo teniendo una cabeza demoníaca que te susurra maldades y negativismos a cada segundo. Y en ti, 2016, he encontrado infinidades de momentos que han prendido pequeñas chispitas en mi alma, oscurecida y rota por el dolor, que me han dado vida. En estos 12 meses he visto a mi ahijado de dos años convertirse en una personita, que ama a los animales, la coca cola, las papas, que sabe decir su nombre y que me imita en todas mis poses de nuestras infinitas selfies. He visto a mi otra ahijada, no de bautizo sino de corazón, cumplir 44 años y superar por 32 años su expectativa de vida. La he visto aprender palabras, se ha abierto conmigo para contarme con sus señas y caritas el dolor de su infancia, y se ha vuelto un miembro esencial de mi familia, llenandonos de risa con sus picardías. Pude experimentar lo que es abrirse frente a extraños y que te llenen de amor infinito, de comprensión, sin juzgarte ni un segundo. Logré sacar coraje para mostrarme como soy, para quitarme máscaras, para romper barreras, para intentar luchar contra el estigma. Eso me trajo amores, rechazos, cuestionamientos y apoyo. De todo un poco. Pero no me quiero enfocar en aquellos que por no salir de su zona de confort niegan la crudeza de las problemáticas de salud mental. Me quiero enfocar en todo el amor que recibí, de todos aquellos que me mostraron que no era más ni menos valiosa por tener depresión o ansiedad, o por tomar medicamentos o por aceptar que iba a terapia.
Y sigo viva...

Quiero agradecerte, 2016, por permitirme a través del dolor, entender la lucha de tantas personas que no solamente tienen que pelear con sus mentes, con sus demonios (llamese depresion, ansiedad, bipolaridad, esquizofrenia, obsesion, anorexia, bulimia), sino que además se enfrentan a una sociedad que los juzga, que se les burla en la cara, que no los toma en serio. Gracias 2016, porque sin haber estado en riesgo suicida, tal vez nunca hubiera entendido el dolor que abarca éste mismo, y nunca me hubiera propuesto (como plan de vida) luchar contra el estigma que pasan las personas que se auto lesionan, o las familias de aquellos que se quitan la vida. 2016, me mostraste que mi vocación está en luchar por los derechos de todos los que batallamos con una enfermedad mental, especialmente por todas esas personas que están en situación de discapacidad. Fue hermoso ver cómo alguien que tiene deficiencia cognitiva severa y que es visto como "inutil", te puede llenar tanto el corazon e inspirarte con su ejemplo para luchar por tu propia historia. Sin ti, 2016, nunca hubiera entendido que mi mamá es absolutamente fuerte y comprensiva, la mujer más entregada y cariñosa que conozco, que mi hermano por más distinto que sea a mi es mi mejor amigo y mi mayor fan, y que no tengo que ver a mi papá a diario para tener un vínculo que es irrompible. 
Y sigo viva...

Gracias, meses de porquería, porque sin pasar por eso nunca hubiese tenido un vínculo tan fuerte con mi psiquiatra y mi psicóloga: Meto las manos al fuego por ellos, porque son ellos quienes se llevan el mérito de que yo luche por mi vida a cada segundo a pesar de que el panorama me agote a veces. Aprendí, crisis tras crisis, que hay amigos que se convierten en familia, y que desconocidos se pueden volver apoyo simplemente al identificarse con una causa común. Todos aquellos, cercanos o no tanto, que me leen, que intentan entenderme, que no me juzgan: Son claves en mi proceso y todo el amor que me demuestran simplemente me fortalece. Termino el año, entendiendo con quienes cuento y con quienes no, y sorprendiéndome gratamente de que mi tía abuela de 72 años intente entenderme más y sea más empática y comprensiva que gente de mi edad. Este año, entendí que mis padrinos realmente si son como segundos padres, y a pesar de la seriedad, ha hecho que mi madrina se vuelva uno de mis lugares seguros. Termino el año aprendiendo que es el amor de verdad, es que tu mamá te consienta hasta las 4 de la mañana porque las lágrimas y el dolor no te dejan dormir. Es ver a tu papá, con lágrimas en los ojos, oyendo tus relatos de pensamientos suicidas y que te diga "Yo te necesito aquí, viva. Porque te amo". Es que tu hermano, en su seriedad, te diga en cada oportunidad cuánto te admira y que sin ti no puede vivir. Es tener amigos que no se molestan porque, una vez más cancelaste los planes, sino que te mandan frases y canciones para motivarte. Es, que conociendo tu riesgo, tu psicóloga te mire a los ojos y te diga "Yo confío en ti.". Es cuando tu psiquiatra, al verte destrozada, te dice "Vamos a salir adelante. Poco a poco pero vamos siempre mejorando". Es que tu ex pareja haya entendido el verdadero significado de "Estar ahí para siempre" y te oiga siempre que lo necesites, y sea el quien te dé el impulso final para publicar tu blog y tu historia. Es la hermandad inquebrantable de tu mejor amiga desde el 2001. 
Y sigo viva...

2016: Me enseñaste que debía aceptarme, amarme y no simplemente curarme y ya. Me diste claves de mi condición, y a pesar de que fue difícil aceptarlo, hoy entiendo que la depresión, la ansiedad y yo seremos un trío dinámico de larga data. Y está bien. Soy perfectamente imperfecta. Termino el año de manera que no imaginé: Hay muchas cosas que siguen perdidas, mi acento sigue en proceso, mis planes del próximo año son algo confusos y estoy lejos de ser quien era hace un año. Pero estoy más cerca que ayer, y mucho más que lo que estaba en mayo de este año. Sigo, como una pequeña tortuguita, para adelante. Lento, pero muy, muy seguro, y con una gratitud que no me cabe en el pecho. 
Y sigo viva...

La segunda cosa, que ya sé, es que la ida de depresión no es cuestión de un deseo que pides en un ritual de año nuevo. Ella no se queda en el 2016, y por mas que suene extraño, está bien que venga conmigo al 2017. Porque sí, es detestable, es impensablemente doloroso, es algo que sinceramente no se lo desearía ni a mi peor enemigo. Pero es una maestra, de esas que te enseñan cosas que si no fuese así, nunca aprenderías. Y es parte de mi. Desear que el 1 de enero despierte sin ella sería como desear que despierte con ojos azules, pelo rojo y 1.80 cms de estatura. No pasará. Porque esos dos mounstritos de la ansiedad y la depresión, desgraciados mounstritos, son como mis expresivos ojos cafés y mis cachetes rojos que siempre están calientitos. Estuvieron, están, estarán, por explicaciones más allá de las que yo puedo dar. Genética, Dios, destino. 
Y sigo viva... Y gracias a Dios por eso. Porque hoy, a las 11:59 p.m daré un respiro y exhalaré en un año que sinceramente no pensé vivir. Estoy viva para seguir luchando, así sea como una tortuga, así eso implique perder gente en el camino, así eso cambie (una vez más) mis planes, así sea inexplicable para muchos.

2016, gracias por ser el año que más he odiado, gracias por el mierdero, gracias por el dolor, porque solo así pude entender todo lo que querías enseñarme. Perdón por todas las veces que te nombré la madre :). Me diste duro, me diste palo, me la pusiste densa. Pero salí viva. El ánimo ahí va, pero me hiciste una luchadora que está respaldada por un corazón tremendamente sano y fuerte, unos pulmones asmáticos que hacen lo mejor que pueden, unos músculos que duelen como un mal matrimonio pero que al menos sirven para tenerme de pie, para que camine, para que escriba, para que baile!, una piel que es exagerada e hiperreacciona entonces está cubiertita en heridas no muy lindas de la dermatitis, y una voz... Que me hace pasar por una extranjera y que confunde (y conquista) a más de uno. Ya de a pocos me acostumbro a que la r en mi pronunciación se fue de viaje y a explicar con mímica a los que, a pesar de su mayor esfuerzo, no me entienden cuando abro la boca. Gracias a todas esas personas (especialmente mis papás, mi hermano, mi equipo terapéutico y mis ahijados) por prestarme su vida un ratito, cuando yo no podía lidiar con la mía. Por confiar en mi, por tenerme fe, por luchar por mi vida y guardarla como su mejor tesoro. Por ser el mejor motivo para intentarlo cada día, por más de que a veces duela demasiado estar viva. Ustedes hacen que todo lo valga.

2017: Acá me tienes, esto es lo que hay. Trátame con cariño en lo posible, y si sigues con sorpresas y cosas feas como el 2016, pues estaré más fuerte cada día para poder enfrentarlo. Muéstrame lo mejor que tienes, que yo (así esté un poquito rota y apaleada) te daré la mejor pelea. Contigo se vienen muchísimos retos que no se cómo enfrentaré, lo que si se es que seguiré rodeada de tantas personas que me han amado tanto durante este año, que es gracias a todos ellos que puedo decir que termino el 2016 viva y mucho mejor. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El 2020: Caos, incertidumbre y cosas que no hemos perdido.

 En estos tiempos de incertidumbre, hemos podido ver que nuestra salud mental y física han sufrido bastante por distintos motivos. Esta sema...