martes, 16 de enero de 2018

Siendo responsable por su salud mental.

Vamos a hablar como adultos, entre adultos.
Hace unos días me hicieron caer en cuenta de lo que implica lidiar con adultos, siendo la primera palabra relacionada a esto el respeto. Partir de la base de que se está tratando con adultos (Y juro que tiene que ver con salud mental) es entender que el otro está en plena libertad de actuar como está actuando, uno respetando eso a no ser de que se metan con algún principio o derecho fundamental. Pero es ver más allá del dolor y el egoísmo y entender que cuando una persona se quiere ir, se va libremente de nuestras vidas, que si está presente lo hace con la plena consciencia de querer hacerlo y el deseo. Y duele, duele como un carajo especialmente cuando la otra persona actúa de maneras en que queremos abrirle el cerebro y ver qué es lo que está pasando, reprogramar y hacer que actúen como nosotros queremos. Porque en algún punto, todos hemos pataleado en charcos mientras refutamos porque así no se supone que terminaría ese amor eterno, esa amistad, ese vínculo familiar.
Pero, ser adulto es tener una responsabilidad de acciones propias y un respeto por las ajenas. Es entender que si esa persona desapareció misteriosamente de nuestras vidas a pesar de nuestros esfuerzos de hacerle saber que era querido y valorado, hasta ahí llegó la cosa. No escurrirse, minimizarse o escudriñarse para ir en el oído del que se va rogándole para que se quede.
Pero en esa misma responsabilidad de acciones propias está hacerse cargo por lo que uno hace o deja de hacer. Vamos al campo de salud mental ahora.
No hay un manual para como lidiar con las condiciones de salud mental siendo adulto. Hay diferenciaciones diagnósticas por edad, si. Hay medicamentos o tipos de terapia según el momento en el ciclo vital, si. Pero más allá no, aunque me gustaría intentar uno.
Ser un adulto con un tema de salud mental radica en que uno sabe que el punto no está en el diagnóstico. No está en un nombre o un código porque más allá de si es este, aquel o el otro, hay unos síntomas que se están presentando y que están complicando el caminado ergo deben ser atacados. Pero uno no es un código ni eso determina lo que se puede hacer o no.
El tema de la responsabilidad para mi, está ahí pegado. Es saber si esos síntomas (por experiencia propia o palabra del médico o lo que sea) mejorar o empeoran con ciertas cosas. Y decidir uno, de manera autónoma, si hace cosas para preservar y aumentar o atenuar esos síntomas. Saber el poder del alcohol más allá de que se sienta "rico" Y estar dispuesto a afrontar que uno termine llorando cada vez que toma un poco. Saber que aunque ir a terapia sea el peor plan en ciertas semanas, y quite tiempo, pues es una herramienta que está ahí. Y usarla o no. Entender que la medicación si engorda, que por 2 semanas el malestar general sera insoportable y probablemente los cambios gastrointestinales y en la libido son complejos, pero que carajo como ayuda para ser mucho más funcional esas mal llamadas pastillas de la felicidad. Es tomar el paso para una incómoda conversación familiar donde seguramente se darán luces del origen callado de los síntomas que uno experimenta, o simplemente callarse y dejar que las generaciones venideras tengan que navegar solas por la incertidumbre mientras tienen síntomas que nunca pensaron experimentar. Es saber valorar la ayuda y admitirle al psiquiatra distintas y nuevas maneras de autolesión, o que dejaste de comer, en vez de buscar lugares para cortarte que no sean visibles y negarlo todo en terapia esperando que te den de alta. Es, finalmente, ser capaz de mirarse al espejo a pesar de la manía, de la depresión, del pánico, de la dismorfia corporal, de las lesiones físicas y psicológicas y saberse valioso, humano y valiente. Es no negarse las verdades que carcomen nuestras mentes cada noche, porque eso sólo las fortalece. Es pedir ayuda, y aceptarla.
Les dije, que tenía que ver con salud mental. Y si no se puede y no se hace, pasa también. Pero es entonces, ahí donde se requiere saberse humano y limitado, saber que por más amor, cariño e intensidad, la gente no puede ser salvada si no quieren ser salvados. A la gente no se le puede ayudar si no quieren ser ayudados. Hay que respetar la adultez de todos y cada uno, y entenderlo como tal.

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