lunes, 31 de diciembre de 2018

Dos años después de mi último intento de suicidio

El tema es el siguiente: hoy hace dos años tuve mi último intento de suicidio. Y estoy escribiendo esto a las 4 de la mañana por el simple hecho de que no puedo dejar de pensar en eso. Más de 700 días he vivido desde ese momento en el cual fácilmente la vida me hubiera podido negar esta segunda oportunidad.
Hablo de esto porque hay que visibilizarlo, porque no es fácil vivir con esos rayones en el alma y con esos casi finales, pero hay muchísimas personas que lo hacemos. Hablo de esto porque más allá de una oda a lo difícil que es, que ha sido, y que será, estoy profundamente agradecida. Claramente si me dieran a escoger si tener intentos de suicidio o no, diría que no. Pero algo que si ha cambiado es que ahora soy mucho más agradecida por el simple hecho de estar viva. Por poder despertarme todos los días. Por poder estar viva. Por las dificultades y las peleas. Por los momentos lindos. Por todo el amor infinito que sé que me rodea.
Estoy convencida, por experiencia, que para algunos de nosotros la suicidalidad no se quita. Que tenemos que aprender a vivir con ella y a ignorar la voz en la cabeza que ve como una enorme tentación cada balcón, cada cuchillo, cada carro a alta velocidad. Y claramente sería decir una enorme mentira si dijera que es fácil, que no es nada, que no tiene relevancia. Es tremendamente complejo y hay días en el que la cabeza sabe que esa voz puede ganar la pelea. Hay días en que todo sale mal, en que el dolor se vuelve a sentir insoportable, en que el alma pesa, en que el futuro es una gran mancha negra. Y en esos días, la vocecita sabe que tiene poder, que resuena con un eco fortísimo, que no parece tan ilógica. He descubierto que en esos momentos no hay que pelear contra ella. Porque ella es parte de mi. Ni siquiera es la parte mala y temible, más bien es una parte tremendamente dolida, asustada y cansada. Así que respiro. Respiro y sé que bajará su volumen, que lo que dice no es la mejor salida, que hay otros caminos. Respiro y no lucho contra ella, porque eso la haría más fuerte. Simplemente no le hago caso.
Así haya momentos en que la vida tiene un peso insoportable, me alegra poder seguir viviendo todo este circo. Estoy segura que poder elegir la vida es un privilegio enorme, y me alegra poder hacerlo. Porque sé que hay muchos, muchísimos, que no tuvieron esa segunda oportunidad. A ellos hay que recordarlos como algo mucho mayor que una simple cifra, que la estadística del creciente fenómeno del suicidio. Ellos son y fueron personas como usted y como yo, a quienes la idea de seguir viviendo asemejaba al tener que resurgir de la arena movediza más enorme y pesada del universo entero. Son personas que se sintieron demasiado rotas para poder continuar, y en quienes lastimosamente la vocecita tuvo más poder del que pudieron manejar. A ellos los recuerdo con el corazón entero, porque yo podría haber sido una más de ese grupo.
Espero que a alguien le resuene algo de todo este chorrero de palabras que intentan ser coherentes. Si el alma le pesa, deje que le pese. Pasará. Se lo juro y se lo prometo. Vendrán mejores días, días en que la idea de poder habérselos perdido será demasiado para digerir y llorará con todas las lágrimas que no sabía que tenía. Llegarán momentos en que por alguna cosa se quedará pensando en todo el amor que lo rodea y vendrá una melancolía sobrecogedora que supera cualquier canción o poema existente. Habrá momentos en que el camino se volverá a complicar, y en que se preguntará si no hubiera sido mejor terminar todo cuando tuvo la oportunidad. Siga caminando. Pasará. Se lo juro y se lo prometo. Y finalmente habrá demasiados momentos, más de los que me gustaría admitir, en que se preguntará qué carajos hacer con tantos quieres y rotos en el alma. Acéptelos. Lúzcalos. Deje que el amor y lo bueno de la vida entren por ahí. Como harían los japoneses, repárelos con oro y maravillese de lo precioso que pueden ser las fisuras en la propia historia.
Termino con mi deseo para el 2019: que todos los que luchamos con estos demonios intentos tengamos 365 días limpios, sin otro intento de suicidio, eligiendo la vida a cada segundo. Si esto le llega al alma, dese un abrazo enorme que yo desde que acá lo abrazo con todas mis fuerzas. No es para menos, somos sobrevivientes. Vamos al 2019 con el mismo deseo ¡Seguir ganándole a la muerte!

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