lunes, 22 de mayo de 2017

Estoy cansada. Lo acepto.

0:32 am
Mientras mi banda sonora actual oscila entre covers de las canciones de los Beatles en piano y los temas de Jesucristo super estrella, me dispongo a escribir como forma de materializar lo que estoy sintiendo, a ver si así se calma un poco. No sé si sirva, sólo se que no ha servido intentar distraerme con capítulos de distintas series, hacer ejercicios de respiración o hablar del tema.
Me duele la cabeza y peleo con el brillo de la pantalla, pues a pesar de estar en el mínimo es demasiado para estas horas. Tengo mareo y me cuesta respirar. Esto último, no sé si atribuirlo al llanto inconsolable, o a la bronquitis, el asma y la laringitis que me aquejan desde hace un par de semanas. De cualquier forma, creo que es una mezcla de ambas y me volteo, para asi intentar respirar mejor.
Me pongo una mano en el abdomen, y veo como se mueve gracias a mi respiración. Ahí entiendo, que a pesar de sentirme rota y cansada por mis pulmones que no dan abasto, los tipos están haciendo su mejor trabajo y ahí están, dándole una y otra vez para que pueda escribir esto, para que sea consciente, hasta para que pueda sentir lo que estoy sintiendo.
0:45 am
Pienso en que no podía llorar hace una semana, sentía como un taco ahí, y ahora no puedo parar. Me paso la mano por la cara para limpiarme las lágrimas y me sorprende que están cayendo a todo dar,  Tengo como 5 por cachete cuando normalmente caen un par.
Me siento cansada. Francamente es así. Me pregunto si debería escribirlo, aceptarlo, decirlo en voz alta. A nadie le gusta la realidad de la recuperación, menos cuando se es activista de un tema. La gente espera positivismo y avances y nada de recaídas, sino un escenario tipo Disney. Pero no. No es así. Y hoy estoy cansada de luchar, de sentirme rota, de llevar un año en estas y 6 en total. Ésta época no me gusta, pues no sólo fue cuando inició mi crisis más densa hace un año, sino es alrededor de junio cuando en 2011 tuve mi primer episodio depresivo del cual tuve consciencia (después me vine a enterar que llevaba toda mi vida con depresión, desde pequeña, pero ese es otro tema). Hace ya 6 años fue la primera vez que siendo adulta, adolescente la verdad, me sentí miserable y con ganas de morirme. Hace 6 años empecé a llorar y no he dejado de hacerlo.
Pienso en todos los meses que tienen 6 años. Después en todos los días. Más de dos mil, según mis cuentas rápidas y mal hechas. Y me asusto.
Muevo mi mano un poco más arriba, y siento el latido de mi corazón. Recuerdo entonces todas las noches, en estos más de dos mil días en los que por accidente ponía mi brazo debajo de mi cabeza mientras dormía de medio lado, y mi oído percibía mi pulso. Me dormía tranquila. Era como la manera del universo, de Dios de decirme que había un motivo. Porque pensar que hay toda una maquinaria adentro de uno dándole 24/7 para que uno pueda hacer estas cosas, como escribir un blog, es magia pura. Es sentido.
Ya es un poco más de la 1 de la mañana y sigo cansada. Ya no lloro tanto, pero recuerdo las cosas de hace un año, de hace 6, y no puedo evitar sentirme cansada. Inmediatamente mi mente corre a decir que no tiene sentido esta lucha. Pero algo bonito dentro de mi recuerda que si bien lloro, al menos hoy en día los alimentos me saben, cuando hace un año nada me sabía. Al menos hoy en día me reconozco en fotos, cosa que hace un año no pasaba. Al menos hoy en día puedo pasar un día sin llorar, cosa que hace un año no pasaba. Al menos hoy, estoy sólo a 6 meses de ser psicóloga. Al menos hoy, me he dedicado a ser honesta con mis condiciones, a informarme sobre ellas, a ayudar a los demás y a luchar por la vida y la educación de la salud mental.
Claro, estoy cansada porque es distinto llorar por primera vez que llorar después de más de dos mil días. Es normal. Pero la cosa no está tan mal. Hablo con un amigo quien me recuerda la belleza que está escondida en quienes nos sentimos rotos, y se me viene a la mente una imagen de unas vasijas rotas que volvían a armar uniendo sus pedazos con oro, para mostrar la belleza que estaba en la reconstrucción. Eso me hace sonreír genuinamente. Pensar en la belleza de estar roto, y en que no está mal estarlo.
Estoy cansada, han sido semanas agotadoras física y mentalmente y varios de mis sistemas están en huelga. Pero están dando la pelea. Y finalmente concluyo que no me siento mal por aceptar estar cansada... Me imagino, porque no tengo experticia en el tema, que eso pasa por ejemplo cuando uno hace senderismo. Hay un punto del camino en el que te sientas, porque estas cansado. Miras atrás y dices "Dios... Mierda", miras adelante y dices "Dios... Mierda". Porque has recorrido mucho. Porque falta mucho. Y te sientas. Y comes algo. Y te quitas los zapatos, juegas con el pasto en tus pies y tal vez te cambias de medias. Duermes un rato. Miras el camino, piensas en los que no te creyeron, en los que quedaron atrás, en los que te pusieron piedras. Lloras tal vez... Lloras mucho, mejor. Y cuando te sientes listo, te pones de pie. Das un paso, dos. Piensas en los que te esperan y en cómo si pudieras hablarles les dirías "Es el camino más difícil de mi vida, pero acá voy. Estoy agotada, pero lo haré. Gracias por no rendirse conmigo."
Es sobre la 1:30, intentaré dormir. Estoy cansada, estoy desalientada, pero estoy haciendo lo posible para ponerme de pie a mi ritmo. Lo haré. Acá sigo. No estoy bien, no estoy mal. Estoy mejor, estoy viva y tengo un corazón que late y unos pulmones que dan su mejor esfuerzo.
Gracias por no rendirse conmigo, porque yo me canso pero no me rindo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El 2020: Caos, incertidumbre y cosas que no hemos perdido.

 En estos tiempos de incertidumbre, hemos podido ver que nuestra salud mental y física han sufrido bastante por distintos motivos. Esta sema...