viernes, 29 de septiembre de 2017

Para las 10.000 visitas: Más que un código diagnóstico.



Escribo esto con ambivalencia. Estoy absolutamente feliz de tener 10,015 visitas a algo así como mes y medio antes de cumplir un año de haber abierto este espacio. Cada una de sus visitas, motivadas por genuino interés, deseo de educarse, o por simple morbo, ha valido la pena. Les agradezco por haberme acompañado en este camino, por ahora no tengo en mis planes dejar de hacer lo que hago así que esperen mucho más por acá.

Estoy aprendiendo, con mucha dificultad, que los opuestos pueden convivir. Y que de hecho, se presentan constantemente, en personas o en situaciones, desconcertándolo a uno pues se supone que los opuestos no conviven, no se mezclan. Pero, hoy me encuentro una vez más con inmensa gratitud escribiendo esto, pero con el alma arrugada o triste.

Soy estudiante de psicología. Yo sé en lo que me meto. Soy activista de salud mental. Yo sé en lo que me meto. Me gusta la psicología clínica y el trabajo con personas en condición de discapacidad, y en unos meses cuando oficialmente tenga mi diploma, espero dedicarle mi vida a esos temas. Yo sé en lo que me meto.

Pero hoy para una tarea de una materia tuve que revisar el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, o bien conocido DSM. Y claramente, como se imaginarán los buenos entendedores, pues eso duele. Más, cuando tenía que revisar los criterios diagnósticos para las depresiones. Y... ¡Carajo, cómo duele!
Durante estos 6 años he pasado por varios diagnósticos del tipo de depresión, siempre ha sido depresión, pero a veces ha sido con ansiedad, a veces reactiva, a veces innata, y ese último fue lo que le dio al perro, pues se demostró que era un tema genético, por ende crónico, y por el tiempo tan tremendo que hemos invertido con esto, pues es depresión mayor. Así.

Que se me vengan todos los psiquiatras encima, si quieren, pero es absolutamente doloroso ver un manual diagnóstico siendo paciente. Claro, yo entiendo la necesidad de clasificar, yo entiendo la necesidad de comunicarse entre disciplinas, yo entiendo lo oportuno de dar un diagnóstico y yo entiendo que eso da una ruta del camino a seguir.

Pero cuando uno ve eso, y ve todas las arandelas tipo "Que con ansiedad, que sin ansiedad, que reactiva, que mayor, que distimia, que hipomanía, que si cumple con 3 o con 4 o con 7 criterios" y para cada uno de esos, un código distinto... ¡Carajo, cómo duele! Porque para uno el hecho de vivirlo con ansiedad, o con x o y síntoma no es una lista de chequeo. Es la vida de uno. Es el padecimiento diario de uno. Y verse reducido a un código según la lista de chequeo... ¡Carajo, cómo duele!

Y recordaba yo, todas las veces que conocidos, expertos del tema, chismosos, profesionales de distintas áreas me daban todas su diagnóstico. Creo que claro, al comienzo uno necesita bautizar esa bola de fuego y hielo que se formó adentro, en lo más profundo, para no sentirse tan solo, para no sentir que se está enloqueciendo, para darle algo de realidad del tema. Pero después uno dice, ¿Y el nombre qué o qué? ¿Qué hago con esa etiqueta? ¿Qué diferencia hace para mí saber si es uno u otro? Cuando la realidad, es que podrían en vez de decirme que tengo depresión, decirme que tengo la enfermedad de las vacas locas o ponerle el nombre que se les diera la gana, y mi día a día sería igual. Aun así lloraría, aun así pensaría en la muerte, aun así dormiría sin tener la sensación de descansar, y aun así me culparía por cada una de las cosas que han pasado en mi vida.  En 15 años, cuando vuelvan a cambiar el manual diagnóstico, podrían decir que la depresión mayor crónica no existe. Y ponerle cualquier otro tipo de nombre, pero eso no cambiaría mi vivencia.

Algo muy similar me pasó cuando llegué a los "trastornos somáticos". Desde ya, como dije en un artículo o dos antes, detesto ese rótulo. Porque te lo ponen, se lo ponen a tus síntomas y de repente es como si ya la enfermedad no fuera igual de real. Recuerdo cuando tuve una de las experiencias más desagradables de mi vida, hace 5 años por estos días, y duré dos semanas en cuidados intermedios por un ataque de asma que casi me mata disparado por la ansiedad tan tremenda. Y estuve las dos semanas, a punta de espirometrías, inhaladores, placas de tórax, para terminar concluyendo que si no me relajaba pues no iba a salir. Cuando se supo que era lo que lo había desencadenado, las enfermeras me decían "Pues esperar a ver que dice el psiquiatra", pero el punto es que fuera o no por ansiedad, ¡carajo, no podía respirar!
Así me pasó cuando me quedé tiesa o muda, y me dejan horas esperando en urgencias porque ya no es una urgencia, es un ataque de pánico que mi cuerpo no pudo procesar y... Tengo que esperar al psiquiatra. Pero como no es nada neurológico, ni nada fisiológico como tal, pues se olvidan de que uno está sufriendo. Uno va a urgencias porque está sufriendo.

Y pasa en la cotidianidad. Cuando la gente me pregunta porqué hablo como hablo, porqué no pronuncio la r y rr como antes, que si soy extranjera o qué, les juro que sería más sencillo decir que tuve un derrame o que tuve un problema de desarrollo. Porque ¡Carajo! Cada vez que le digo a alguien "Me dio un ataque de pánico, quedé muda y cuando volví a hablar se perdió la r en el camino", nadie, absolutamente nadie le cree a uno. ¿Eso pasa? ¿Y no puedes? ¿A ver, di "Carro rojo" o "Perro"? ¡Carajo, que no puedo!

En el manual lo vi, ahí estaba: Trastornos de conversión, en trastornos somáticos, del habla prolongado (más de 6 meses) y un código. Y uno dice, bastante que he sufrido, bastante que me ha costado, bastante que la gente me ha jodido, como para que a uno le pongan además el rótulo y código y demás. Lo divertido con las cosas somáticas es que por ser somática la gente piensa que es absolutamente 1. Locura 2. Ganas de llamar la atención y 3. Jodida pereza de salir adelante. Entonces claro, leen eso y te dicen, pero si no tienes nada fisiológico, pues dale, di la r. ¡CARAJO, QUE NO ME SALE! Que si pudiera, yo sería la primera en hablar como lo hacía antes pero ¡QUE NO PUEDO!

Pero bueno. Seguiremos la vida, seguiremos con los síntomas y en los sitios donde llegaremos seremos para algunos, o locos, o un código más. Por eso, al cumplir 10.000 visitas de este blog, recalco el porqué del nombre. 
Para los que se identifican: Al carajo los rótulos, el nombre o el diagnóstico que nos han dado. Sufrimos y eso es real. Tenemos dolor y eso es real. Debemos sanar y trabajar en nosotros, y eso es real. 
Para los que rotulan: ¡Al carajo, todos sus pacientes somos más que un código o un nombre! Pongan un número, un código, un nombre, si se les da la gana. Pero conozcan a esa persona, que va infinitamente más allá de ese número, código o nombre. Que tiene inmensas capacidades, posibilidades y características. 

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