viernes, 3 de marzo de 2017

Hablando de lo que más duele: Un honor a la familia Solarte Caicedo




"Quien no padece, no compadece". Mi mamá repite y repite esa frase cada vez que le cuento que alguien me hizo un comentario no muy amable frente a la depresión o frente a la separación de mis papás o frente al suicidio. Y es la mejor manera de empezar este artículo porque siento que es la única manera de introducirlo y de sacarme un par de espinas que he tenido desde hace un tiempo pero que no sabía como expresar.

Es difícil escribir de esto, es doloroso y desde que decidí que iba a escribirlo efectivamente no he parado de llorar. Cada vez que lo estructuro en mi mente, termino llorando y llena de recuerdos y un poco confundida porque no sé como abordarlo desde mi experiencia, que es lo que finalmente debería importar en este blog. Será largo porque es una historia compleja, es básicamente un recuento de mi vida entera, y puede ser duro. Pero haré mi mejor esfuerzo para abordarlo de la mejor manera y para contar mi historia, sin meterme a contar o a juzgar lo que otros han hecho pues como siempre he dicho: La que se volvió abogada de salud mental fui yo. Y yo acepto las consecuencias que viene con eso. Pero mi grupo familiar no, el problema es que para entender cómo llegué al fondo, fondo de todo pues hay que entender el golpe más duro por el que he pasado que es la separación de mis papás. Porque esto también va atado a otro tema y es cómo lidiar con eventos difíciles de la cotidianidad teniendo un tema de salud mental. Durante todos mis 5 años y medio batallando con esto han pasado mil cosas dolorosas pues porque así es la vida de todos, dolorosa y llena de cosas sorpresivas que nos ponen al límite. Y tal vez, gente con todo el cariño y demás, pero la frase que más me decían era "Por qué te da tan duro que _____________( te terminen, se muera alguien, tus papás se separen, te estrelles) si a todo el mundo le pasa? No es para tanto". Y eso me calaba mucho en el alma, y decía por qué? Qué tengo de malo que todos pueden superarlo así de la nada y yo sigo dándole vueltas y torturándome y sufriendo y con culpas? Claro, me preocupé tanto por ser una más y encajar que pretendía reaccionar como todos los demás y actuar como todos los demás hasta que dije "Pues belleza, tu nunca vas a reaccionar igual que una persona cualquiera porque tienes una condición mental". Aceptar eso es muy difícil. Pero siendo honestos es absolutamente cierto, y además las enfermedades mentales no es que funcionen a veces sí y a veces no. No. Si tu tienes depresión o ansiedad o ambas, pues tu juicio se verá afectado y reaccionarás distinto y todo cambia. Todos los aspectos de tu vida se ven afectados, te guste o no. Entonces todo este artículo y ésta introducción es un poco para decir: Es más complejo enfrentar un cambio, una muerte, una separación si se tiene una condición mental que hace que seas trágico, pesimista, catastrófico, que no dejes ir el pasado, que vivas con culpa, etc. Todo esto va a la respuesta de "Los papás de todo el mundo se separan ¿Por qué te cuesta tanto superarlo?". Pues porque (asumo que ya lo pueden concluir) una separación y un cambio tan drástico de vida es MUCHO más complejo de asimilar si tienes depresión o una condición mental. Punto.

Así que este artículo lleva en proceso un año. Porque no tengo las agallas de poner en palabras todo lo que significó y todavía significa. Porque ponerlo en palabras es aceptar. Y aceptar es muy difícil. Entonces veremos a ver si lo logro.

Gente, mi familia era perfecta. Y les juro que no estoy exagerando, pueden preguntarle a cualquiera que nos conociera. Papá y mamá que se volvieron novios antes de los 20 años, 7 años más tarde estaban comprometidos, un año después del matrimonio llegó mi hermano y tres después yo. Y éramos una familia ridículamente feliz. Digo ridículamente porque siempre, siempre yo fui la malgeniada y un poco solitaria de los 4, así que cuando pasábamos mucho tiempo juntos o compartíamos mucho, yo me iba a estar sola. Tanta intensidad y amor y risas me estresaban así que me iba, claramente después de que todos me hicieran chistes de lo brava que era. Nunca me imaginé que hoy daría mi vida, daría todo por tener un momento, un día de intensidad de los de antes, con los 4 juntos en una cama viendo las películas del Señor de los Anillos.

No sé porque éramos tan unidos. Mi mamá es de papás separados y tal vez procuró siempre mucha mucha unión para compensar lo que ella no tuvo. Mi abuelo paterno se murió cuando mi papá tenía 12-13 años así que él siempre quiso que sus hijos tuvieran su figura paterna presente y activa. Además de esto, no les miento cuando digo que éramos muy felices. Mis papás nunca pelearon. Es más, hasta los 19 años yo nunca pensé que las parejas casadas pudieran tener crisis o hablarse duro, porque realmente mis papás eran la pareja más feliz del mundo. Se amaban. Eran mejores amigos. Se reían todo el día (ambos tienen un sentido del humor muy flojo así que se ríen por todo). Eran cariñosos. Eran todo lo que yo quería tener.

A mis 8 años nos fuimos a vivir a Salamanca, España, y creo que eso nos volvió aún más intensos y unidos (como si fuera posible). Mi papá se fue a estudiar allá, así que estaba casi todo el día en la casa, nos llevaba al colegio y nos recogía con mi mamá y para aprovechar el vivir allá, todos los fines de semana salíamos a conocer una ciudad o una zona nueva. Claro, vivíamos en presupuesto de estudiante, así que viajábamos la mayoría del tiempo en carro. Era un carro lindo, aguamarina, que se volvió nuestra zona de socialización. Eran viajes a veces muy largos (Llegamos a Suiza en carro, 3 días de viaje) así que ahí hablábamos de todo, cantábamos La Oreja de Van Gogh y ABBA, nos inventábamos juegos, hacíamos vídeos, todo. Fue la mejor, mejor, mejor época de mi vida. Y éramos los 4 para arriba y abajo como una masa, conociendo en jornadas de 7 de la mañana a 9 de la noche (mi papá siempre ha sido un viajero madrugador e intenso), con mil fotos y vídeos. No es que haya estado exenta de peleas o incomodidades. Por el mismo presupuesto dormíamos en hostales de carretera en un cuarto mínimo con espacio para los 4, nos fuimos a París en bus en un viaje eterno con una bebé que lloró todas las 20 y pico de horas que duró, pero de alguna forma siempre todo estaba bien. Porque estábamos juntos. Y por lo que les digo, mis papás siempre fueron muy felices así que inspiraban ser feliz. Incomodidades y todo, pero estábamos juntos. Y eso era todo lo que necesitábamos.

De ahí hasta mis 19 no hay mucho cambio. Volvimos a Bogotá y la intensidad siguió, viajábamos un montón juntos, casi siempre a los mismos sitios y contábamos las mismas anécdotas. Yo seguía siendo una fiera en comparación a la alegría permanente de ellos así que seguía siendo medianamente repelente en los momentos de mucha intensidad, lo que constituyó que siempre me molestaran por mi temperamento. Aún así, los hacía reír porque era sarcástica y porque siempre alegaba cuando todos ellos cantaban o hacían un mismo chiste y yo me quedaba seria diciendo que seguramente era adoptada. Igual mi familia seguía siendo feliz y perfecta. Mis amigas la envidiaban y mientras los papás de algunas se separaban, yo no podía estar más orgullosa de mi clan y más segura de que eso era lo que quería replicar, por eso quería luchar.

Por razones que no son de acá (porque como dije, no es mi labor juzgar a nadie o chismosear de las decisiones de la vida de la gente), mis papás entraron en una crisis muy densa en Agosto del 2013. Y ahí simplemente mi mundo se derrumbó.

Yo ya tenía una depresión preexistente, ansiedad, así que era una persona muy casera, y de repente mi casa que era mi único lugar seguro se volvió una zona de batalla. Y nadie está exento de que eso pase, pero cuando tus papás nunca habían peleado o tenido un mal momento y eran siempre felices, te parte literalmente el alma verlos cambiar al polo opuesto. Mi casa se volvió un lugar inestable, de peleas, gritos, llantos, acusaciones. Cosas salieron a la luz, emociones cambiaron, maduramos a golpes. Mi hermano se fue a un intercambio que tenía previamente planeado y me quedé sola en este ambiente. Y fue infernal realmente. Era inestable en su máxima expresión, cada día era una sorpresa nueva, la tensión se podía cortar con un cuchillo y yo estaba sola (Gracias a Dios por mi novio de ese momento, que fue mi refugio). Porque yo no podía lidiar con todo el equipaje de mi mamá, ni con el de mi papá y hacía lo posible por estar a flote yo. Por pedalear, por intentar minimizar lo que sentía para simplemente sobrevivir al día siguiente.

Escribiendo esto, me doy cuenta de lo sabia que es la mente y cómo simplemente te omite aquello que es demasiado doloroso recordar, para que puedas sobrevivir. Pero si fuera detallista y si pudiera exponerles lo que fueron los dos siguientes años, les diría que fueron una completa mierda. Fue inestable, fue frustrante, fue doloroso, fue decepcionante, fue inesperado. Se movieron tantas cosas... Cambiaron los imaginarios frente a la familia y fue ver un castillo de cristal rompiéndose al frente tuyo. Fue resignificar quienes eran mis papás para mi, entenderlos como personas (Sí, hasta mis 19 nunca pensé que mis papás fueran más que papás), perdonarlos, aceptarlos, amarlos. Y al mismo tiempo, ver a las tres personas que significan todo en tu vida destrozados, cada uno en su propia manera, cada uno luchando por sobrevivir como tu, pero cada uno absolutamente acabado del dolor y de la confusión. Y eso te mata, eso te come vivo. Ver a tus héroes, invencibles (como uno piensa que son los papás) absolutamente transformados del dolor y la confusión es una vaina muy hija de puta. Y no poder hacer nada al respecto es la peor sensación del mundo. Ellos te dieron la vida, y ahora sus vidas se acababan y tu solo podías llorar a su lado. No más.

En el 2015, en Octubre, mis papás se separan. Y por personalidad siempre he sido muy "mamá gallina", así que los primeros meses me volqué en los demás. En que estuvieran bien. En su estabilidad. Y mientras tanto mi vida era una sola inestabilidad, de esas que son tan complejas y simultáneas que la vida no te deja procesarlas porque te enloqueces si lo haces así que vas con la marea. Salimos del apartamento que tuvimos por 10 años, teníamos que despedirnos de los fantasmas que ahí vivían de lo que fuimos y no íbamos a volver a ser, vivimos en un apartamento alquilado pequeño y helado, y luego ya empezamos el 2016 en nuestra casa nueva. En un lienzo en blanco para llenar de nuevos recuerdos, sin fantasmas o al menos sin que fueran tan presentes. Un despecho, una medicación depresiva, la enfermedad de mis abuelos, otro viaje de mi hermano y el afán de la tesis incrementaron todo (No son tema para esta entrada) y aumentaron el malestar.

Y llegamos a mayo. Y estando todos medio estables, un día me puse a pensar y dije "Mierda, esto es en serio". Nunca más voy a volver a vivir en la familia que vivía, nunca más vamos a tener viajes familiares los 4, nunca más me van a cansar con su intensidad, nunca más voy a poder disfrutar de la compañía conjunta de mi papá y mi mamá un domingo en la mañana mientras me arruncho en su cama entre ellos dos mientras me hacen cosquillas. De ahora en adelante si quiero hacer un plan con el otro, tengo que dejar al otro solo, tengo que dividirme en las fiestas, tengo que decidir en la casa de quien quiero despertarme el día de mi cumpleaños y eso implica que la felicitación del otro papá es por teléfono o por whatsapp (Lo mismo aplica para las 12 el 24 y 31 de Diciembre y demás fechas relevantes), tengo que contar todo dos veces, tengo que manejar la información... Mi papá nunca fue el más expresivo con mis temas emocionales pero de ahora en adelante él no iba a estar presente en mi cotidianidad así que se alejaba aún más de mi realidad emocional, me tocaba adelantarle todo y claramente él se perdía muchos detalles de la enfermedad de la cotidianidad o del tratamiento o de mi respuesta. Y eso que reconozco que soy afortunada, porque mis papás tienen una gran relación, se hablan, pueden estar en el mismo espacio juntos y se les da bien eso de seguir siendo familia; no siempre es así y ciertamente no podría lidiar con la carga de que ellos no pudieran verse o compartir espacios comunes. Más allá de lo que pasó en su vida de pareja, son papás excelentes y no lo han dejado de ser.

Y a eso llegó mi familia perfecta, todo lo que yo quería ser y replicar. Y por eso es que no lo supero tan fácil. Y por eso es que duele y cada día, con cada cosita que sale, se actualiza el dolor. Porque hasta Mayo procesé 3 años en los que mi mundo se puso de cabeza y cambio completamente a un escenario absolutamente inesperado e inimaginado. Porque mi castillo de cristal y mis héroes se quebraron ante mis ojos y he ido de a pocos recontruyéndolos, con piezas nuevas y piezas viejas, y al rearmarlos pues me corto a veces con los pedazos. Y duele. Y es difícil. Y en adición de eso tengo que hacerlo con una cabeza que no colabora, que me pone todo en los términos más catastróficos, que me enloquece con los escenarios negativos, que me recuerda el pasado todo el día, que no deja de decirme "Nunca volverá a ser como antes". Así que es demasiado jodido.

Con todo esto, por favor sea más empático con los hijos de papás separados. Sea más amable con aquellos que pasan situaciones difíciles mientras tienen una condición psicológica preexistente, porque le guste a Ud. o no, lo entienda o no, eso SI dificulta el proceso de aceptación. La solución no está en no hablar del tema, enterrar mi pasado y no volver a ver fotos de mis primeros 19 años de vida. No. Porque eso sería evitar y solo sanamos hablando, hilando, entendiendo, dándole sentido y expresando. Y porque más allá de estos últimos 3-4 años, mi familia fue la mejor existente, fue una auténtica "Putería", un sueño, una familia de película y vale la pena ser recordada así (Claro, la mente solo me recuerda lo más reciente que es lo más doloroso): TODAS las partes de mi historia, hasta cuando se derrumbó mi mundo, merecen ser contadas.

 Y cada caso es distinto, un año para unos es una eternidad y para mi, hasta ahora es el inicio del proceso de aceptar que mi vida no volverá a ser nunca la misma de antes, que tengo que dejar ir y resignificar, que tengo que transformar el dolor y los cambios en amor y oportunidades.


San Francisco, 1997

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