lunes, 20 de febrero de 2017

O sacamos cuerito para sobrevivir o morimos en el intento.



Estos días he tenido la cabeza a millón, las razones se las cuento después, pero el caso es que ha sido análisis tras análisis y así. Y han sido semanas difíciles tanto emocional como físicamente, así que hace 8 días, preparándome par celebrar el día de San Valentín entre ataques de pánico y síntomas depresivos, recuerdos de relaciones pasadas, con una irritabilidad incomparable una gripa asquerosa y articulaciones inflamadas decía "La vida me odia". Porque si. Porque la vida no te manda una cosa, ni te manda de a pocos. Te manda todo, donde te duele, cuando te duele y como te duele. Así.

Y después, en este mar de compasión propia me puse a pensar... Que la vida nos odia a todos. Porque no hay una sola persona que se exima de tener estos períodos repletos de cosas que nos duelen, que nos enrredan la cabeza, de heridas a medio cerrar a quien alguien ocasionalmente le rocía limón por encima. Y si es así, tal vez sea porque la vida no nos odia. Sino que la vida es así, compleja, desordenada, dolorosa.

Pero desde pequeños nos convencen que no, que la vida es fácil, que los momentos difíciles son pasajeros y escasos, que es estable. Porque claro, asumo que venderle a alguien la vida de una forma realista y dolorosa no sería muy atractivo, y no muchos se apuntarían a vivirla. Así que nos la venden de otra manera y cuando vemos cómo es la vida en realidad, menuda decepción y frustración. Porque vemos que la vida es repleta de altibajos, de hilos rotos, de nudos vueltos a hacer para reunir la pita, de caminos abandonados, de momentos rocosos tremendamente placenteros y toboganes de hielo resbalozos. La vida es compleja, es complicada y lo es para todos. No es porque seas malo, no es porque Dios te odie. Es porque siempre habrá algo complejo en alguna de las infinitas dimensiones que tiene la vida. Así sea algo mínimo, así sea algo que cambie el rumbo por completo, siempre hay algo. Y siempre habrá algo. Y no está mal, es como es y punto, solucionas algo y sigue y solucionas otra cosa y sigue y así...

A todos nos toca lidiar con cosas que son significativas para cada quien, y que lo afectan de manera particular. Así que claramente lo que para mi resulta retador, para otro es una grandísima bobada, mientras para otro es impensable y tortuoso. Y así. Por eso hay que entender que cada persona está en su propia lucha y que (acá va algo muy difícil de entender) está haciendo lo mejor que puede con las herramientas que tiene. Si, que quisiéramos que la gente actuara distinto, si, que nosotros haríamos otra cosa en su lugar, si, que no entendemos porque actúan como hacen... La lista es infinita, pero sea persona está luchando con sus mejores armas de batalla los diferentes demonios que la vida le pone. Y eso es respetable, admirable y requiere ser visto con empatía. Porque todos estamos en el mismo juego luchando con distintos demonios, haciendo lo mejor que podemos para sobrevivir.

Y claramente, las situaciones nos cambian, especialmente aquellas que son más dolorosas. Eso es una realidad, la aceptemos o no. No somos quienes éramos hace un mes, un semestre, un año, menos una década. Y no simplemente por los cambios naturales del ciclo vital (Es decir que claramente yo no soy a mis 22, la que era a mis 12 por simples cambios fisiológicos, hormonales y psicológicos deducibles y generalizables) sino porque he pasado por momentos de felicidad plena y por el mismísimo infierno, varias veces y por largas temporadas. Y eso me ha cambiado, me guste o no. Me ha moldeado, me ha dado armas de batalla, me ha cambiado de camino más veces de las que puedo contar y me ha entregado las armas que necesité en su momento para sobrevivir. Porque eso es lo que nos hace a todos. O sacamos cuerito para sobrevivir o morimos en el intento.

Y saldremos de esta y entraremos a otra, y tal vez si esa otra nos afecta menos o si tenemos otras cosas positivas pues ese nuevo reto nos parecerá como si la vida se estuviera relajando. Y está bien verlo así. No todo suele ser tan doloroso, ni tan drástico, ni tan dramático ni nos cambia tanto. A veces simplemente son retos más pequeños. Y está bien.

Vendrán momentos más sencillos que otros, vendrán pruebas mortales, nos cuestionaremos el por qué de todo infinitamente, perderemos gente en el camino, cambiaremos de camino tal vez a alguno en el que ni siquiera exista una ruta previa y nos toque a nosotros con machete construirla, saldremos adelante y volverá todo a iniciar. Siendo los mismos pero absolutamente distintos.

Porque como dije antes, o sacamos cuerito o morimos en el intento. Y hasta ahora hemos sacado cuerito: Si Ud está leyendo esto y yo lo estoy escribiendo, es porque hemos sobrevivido a todo aquello que parecía imposible en algún momento. Así que felicitaciones.

Y cada vez que se vuelva todo complejo, en que todo se junte, en que parezca que no hay ninguna luz y piense "La vida me odia" o "Soy el títere personal de Dios", recuerde: Todos estamos en la misma. Todos estamos jodidos. Todos luchamos con algo. Todos hacemos todo lo posible para sobrevivir. Así que o la vida nos odia a todos, o simplemente como es mejor verlo, es que la vida no es fácil para nadie y ya está.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El 2020: Caos, incertidumbre y cosas que no hemos perdido.

 En estos tiempos de incertidumbre, hemos podido ver que nuestra salud mental y física han sufrido bastante por distintos motivos. Esta sema...